"En las instituciones aristocráticas, se descubre a veces una tendencia secreta que, a despecho de los talentos y las virtudes de los hombres, los arrastra a contribuir a la miseria de sus semejantes"
Alexis de Tocqueville

"If a free society cannot help the many who are poor, it cannot save the few who are rich."
John F. Kennedy


viernes, febrero 24, 2006

Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos

Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos

América Latina necesita reducir la pobreza para impulsar el crecimiento (Banco Mundial)

Los países de América Latina deben luchar contra la pobreza de manera más enérgica si desean alcanzar mayor crecimiento y competir con China y otras economías dinámicas de Asia, según afirma un nuevo informe del Banco Mundial.

Según el informe Poverty Reduction and Growth: Virtuous and Vicious Circles (Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos), si bien el crecimiento es clave para la reducción de la pobreza, es la propia pobreza la que impide alcanzar tasas de crecimiento altas y sostenidas en América Latina, región que continúa siendo una de las más desiguales del mundo y donde casi la cuarta parte de la población vive con menos de US$2 al día.

Mientras China experimentó un crecimiento anual per cápita de aproximadamente 8,5% entre 1981 y 2000, factor que redujo la pobreza en el país en 42 puntos porcentuales, el PIB per cápita de América Latina disminuyó 0,7% durante los años ochenta y aumentó en alrededor de 1,5% al año en los años noventa, sin generar cambios significativos en los niveles de pobreza.

Según el estudio, elaborado por los economistas del Banco Mundial Guillermo Perry, Omar Arias, Humberto López, William Maloney y Luis Servén, si el nivel de pobreza disminuye en 10% y todos los demás factores permanecen inalterados, el crecimiento económico puede aumentar en 1%. A su vez, un aumento de 10% en los niveles de pobreza hace descender la tasa de crecimiento en 1% y reduce las inversiones hasta en 8% del PIB, en especial en países con sistemas financieros subdesarrollados.

Esta situación se debe a que los pobres, quienes por lo general carecen de acceso a créditos y seguros, no están en posición de emprender muchas de las actividades rentables que desencadenan la inversión y el crecimiento, lo que produce un círculo vicioso en el que el bajo nivel de crecimiento deriva en un alto nivel de pobreza y este último deriva a su vez en un bajo nivel de crecimiento.

Por ejemplo, las regiones pobres que carecen de infraestructura no son capaces de atraer inversiones; los hogares pobres, enfrentados a escuelas de menor calidad y altos costos de oportunidad, no invierten lo suficiente en la educación de sus hijos. Por su parte, los países pobres, incapaces de reducir las disparidades en los ingresos, enfrentan el agravamiento de las tensiones sociales que a su vez hacen difícil que prospere un clima comercial favorable.

“Para trasladarnos de un círculo vicioso a uno virtuoso, debemos atacar la pobreza decididamente y en varios frentes, proceso que redunda en mayor crecimiento y a su vez, reduce la pobreza”, sostuvo Guillermo Perry, economista principal del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. “La lucha contra la pobreza no sólo sirve a los pobres, también es positiva para toda la sociedad”.

El estudio señala que una estrategia de lucha contra la pobreza en pro del crecimiento debería buscar mejorar la calidad de la educación, ampliar la cobertura en los niveles secundarios y terciarios e impulsar inversiones en infraestructura para beneficiar a las regiones rezagadas y aumentar el acceso de los pobres a los servicios públicos.

Además, dicha estrategia debe ampliar el acceso a servicios crediticios y financieros, mantener la estabilidad macroeconómica y poner en marcha políticas sociales eficaces, tales como programas de transferencias condicionadas en efectivo que proporcionen dinero a las familias pobres, siempre y cuando éstas mantengan a sus hijos en la escuela y los lleven al médico. Algunos ejemplos de estos programas son Bolsa Familia en Brasil, Oportunidades en México y Familias en Acción en Colombia.

El informe señala que las estrategias focalizadas de lucha contra la pobreza son particularmente importantes para complementar políticas en pro del crecimiento como es el caso de la liberalización del comercio que, si bien es esencial para el crecimiento a largo plazo y la lucha contra la pobreza, puede también tener efectos negativos a corto plazo sobre la pobreza y la desigualdad.

“Los beneficios del comercio pueden acrecentarse en gran medida si los países complementan sus acuerdos con inversiones en áreas tales como educación, infraestructura y transferencias condicionadas para las regiones y los campesinos pobres que podrían salir perjudicados de la transición”, agregó Perry.

Para llevar adelante una estrategia de lucha contra la pobreza en pro del crecimiento, el estudio recomienda a los países mejorar en primer lugar la equidad de los programas de gasto público orientándolos hacia quienes realmente los necesitan, en lugar de gastar recursos en subsidios dirigidos a los sectores acomodados, tales como el consumo de energía, las pensiones y las universidades públicas. Además, los países deben mejorar la eficacia de sus políticas sociales y en la mayoría de los casos, aumentar la recaudación impositiva a través de sistemas tributarios que reduzcan al mínimo los efectos negativos sobre la inversión

Según sostiene el informe, “Transformar el Estado en un agente que promueva la igualdad de oportunidades y practique la redistribución eficaz es quizás el desafío más urgente que enfrenta América Latina a la hora de poner en marcha mejores políticas que estimulen el crecimiento y al mismo tiempo reduzcan la desigualdad y la pobreza”.

Descargar el informe completo AQUI

martes, febrero 21, 2006

Rompiendo filas en el Banco Mundial

Rompiendo filas en el Banco Mundial

Por Marcela Sanchez
Especial para washingtonpost.com
Friday, February 17, 2006; 12:00 AM


El Banco Mundial anunció esta semana que América Latina necesita reducir la pobreza para fomentar el crecimiento. Para algunos esa declaración solo puede significar que la institución internacional de préstamo acaba de descubrir el agua tibia. Pero la verdad es que para el Banco representa un gran cambio.

Desde sus inicios, el Banco ha hablado de pobreza. Pero por más de 15 años se ha concentrado en politcas de reforma de mercado, ofrecido préstamos a países que prometan suprimir barreras comerciales, liberalizar y privatizar la industria y adoptar planes de austeridad que detengan el déficit presupuestal y reduzcan la inflación. Estas reformas, que llegaron a conocerse como el Consenso de Washington, debían desatar el potencial económico de países en desarrollo y estimular el crecimiento. Crecimiento que, por su parte, debía crear oportunidades para reducir la pobreza.

Muchos países latinoamericanos aceptaron los préstamos y adoptaron las reformas. Pero éstas no produjeron las consecuencias deseadas. El desempeño de América Latina ha sido decepcionante particularmente en comparación con el dinámico crecimiento económico de los países asiáticos. La región tiene ahora "las más elevada tasa de desigualdad en el mundo", con un cuarto de la población que vive con menos de $2 dólares al día, de acuerdo con el Banco Mundial.

Los autores del informe del Banco Mundial, "Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos," reconocen que ningún país puede crecer lo suficiente como para salir de esa situación y que la pobreza puede ser una inmensa carga en la economía y por consiguiente en el crecimiento. Regiones pobres que carecen de infraestructura no son capaces de atraer inversiones. Familias pobres, que afrontan la doble desventaja de una mediocre calidad escolar y altos costos, no invierten lo suficiente en la educación de sus hijos. Y, como ha quedado particularmente claro en los últimos años, países incapaces de reducir las disparidades en los ingresos, enfrentan el agravamiento de las tensiones sociales que a su vez hacen peligrar los negocios. Tal como los autores lo cuantifican, si los niveles de pobreza aumentan en un 10 por ciento, la tasa de crecimiento cae en un 1 por ciento y las inversiones se reducen hasta en un 8 por ciento del PIB.

Dos de sus principales conclusiones son grandes pasos adelante para el Banco: que el crecimiento en el sector privado no es la panacea para los pobres y que la inequidad debe ser atendida directamente. Una tercera conclusión es casi una herejía para el Banco: que el estado debe asumir mayor responsabilidad económica. "Transformar el estado en un agente que promueva la igualdad de oportunidades y practique la redistribución eficaz es quizás el desafío más urgente que enfrenta América Latina a la hora de poner en marcha mejores políticas que estimulen el crecimiento y al mismo tiempo reduzcan la desigualdad y la pobreza", indica el informe.

Al promover mayor responsabilidad del estado particularmente en la redistribución de la riqueza, el Banco Mundial parece coincidir con otras instituciones multilaterales y líderes en la región. José Antonio Ocampo, secretario general adjunto de Nacionales Unidas para Asuntos Económicos y Sociales, dijo en una entrevista después de un evento auspiciado por Naciones Unidas a principios de mes que "hoy la mayoría (de líderes en América Latina) reconoce que el estado tiene una función cada vez más importante para enfrentar el tema de la desigualdad."

El giro hacia la izquierda en recientes elecciones latinoamericanas refleja la insatisfacción popular con el Consenso de Washington. Incluso en Chile, el gran éxito económico en la región, la Presidenta electa de centro-izquierda, Michelle Bachelet, enfatizó la necesidad de no tener que escoger otra vez entre crecimiento y equidad. (Para ser justos, su rival conservador no estaba en desacuerdo; de hecho prometía hacer la reducción de la desigualdad económica por medio de subsidios gubernamentales su principal objetivo).

Los autores del informe del Banco Mundial destacan que ya existen programas de "intervención" en lugares como Brasil, Colombia y México que logran ser "tanto pro-pobres como pro-crecimiento". Estos programas proporcionan dinero a familias muy pobres bajo la condición de que sus hijos permanezcan en la escuela y que reciban un mejor cuidado de salud. En vez de generar dependencia o aumentar la tasa de nacimientos, como temían algunos críticos, los programas han "aumentado exitosamente el capital humano" en regiones de alta pobreza.

Está todavía por verse si el Banco termina poniendo en práctica estas nuevas ideas. Después de todo el informe no es un repudio al Consenso de Washington sino la admisión de que ha sido insuficiente. La organización World Development Movement con sede en Londres encontró en un análisis publicado en el otoño que de las 450 condiciones que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional impusieron en sus acuerdos con 50 países, solo 11 no estaban basadas en la fórmula ortodoxa del Consenso de Washington.

Si el Banco Mundial termina convirtiendo medidas de reducción de la pobreza en condiciones de préstamos, será un gran cambio en la forma en que ayuda a América Latina. Estará cambiando de un enfoque que ayudó a debilitar a los gobiernos a uno que necesita que éstos sean más fuertes.

Rompiendo filas en el Banco Mundial

sábado, enero 21, 2006

Trade Liberalization, Inequality and Poverty Reduction in Latin America

Trade Liberalization, Inequality and Poverty Reduction in Latin America
Guillermo Perry, Marcelo Olarreaga
Paper presented at ABCDE, San Petersburg, January 2006


ABSTRACT
Trade liberalization in the late eighties and early nineties in Latin America was accompanied by increases in skill premiums and wage inequality, and in several countries in overall income inequality, a result unexpected by many. Further, as shown in the paper, observed effects on poverty varied widely across countries where wage and income inequality increased or remained essentially unchanged. This paper argues that this was mainly the result of four factors:

(1) relative factor endowments, as most Latin American countries are rich in natural resources (which, are in general complementary with capital and skills) and were more capital abundant than other developing countries with large pools of unskilled labor, such as China and India, that were already integrating into the world economy by the time of Latin American trade liberalization;
(2) dynamic effects of trade that led to an acceleration of skill-biased technical change and Schumpeterian creative destruction, which led to an increase in demand for skills in most industries;
(3) initial conditions and contemporary events that make predictions based on a simple factor abundance model difficult to generalize; for example the pre-reform structure of protection was biased towards unskilled intensive sectors in most LAC countries and tariff reductions naturally led to a relative increase in demand for skills, but differences in consumption bundles across income groups and exchange rate policies also complicate predictions;
(4) the impact that trade reform had on imperfectly functioning labor markets, such as potential transitions in and out of unemployment, informality, as well as income volatility are likely to affect and sometimes change the direction of the impact of trade reforms on income inequality and poverty.

Finally, the paper shows that the effect of trade on poverty (and income inequality) depends largely on other policies being implemented simultaneously, and that the impact of trade on poverty reduction can be significantly enhanced (and the effects on inequality mitigated) by policies that increase the provision and access to skills and other productive assets for the poor.

Ver paper completo:
GuillermoPerry.PDF (Objeto application/pdf)

lunes, julio 18, 2005

La falta de movilidad social sigue siendo una pesada herencia en América latina | LA NACION LINE

La falta de movilidad social sigue siendo una pesada herencia en América latina | LA NACION LINE: "el trabajo duro ofrece poca garantía de lograr el éxito'. "

TEHUACAN, México— Sergio Martínez, un hojalatero que mantiene a los siete miembros de su familia con el equivalente a unos pocos dólares al día, ahorraba cada peso que podía para pagar la educación en una escuela privada de su hija, Griselda. Siendo una de las pocas estudiantes pobres que terminaron la escuela secundaria, Martínez soñaba con ser diseñadora de interiores. Pero todo lo que pudo conseguir fue un trabajo como secretaria. Ahora con 34 años y sin casarse, gana sólo US$ 70 a la semana y se pregunta si el sacrificio de su padre fue en vano.

"Parece que hay un límite en cuanto a lo lejos que puede llegar una persona pobre", dice Griselda, repitiendo una queja que se escucha en toda América latina, donde la brecha entre ricos y pobres es una de las más profundas en el mundo y una de las más difíciles de salvar. El hecho es que el hijo de un trabajador no profesional en México tiene sólo un 10% de posibilidades de cambiar a un empleo profesional, con relación al 30 por ciento de posibilidades que tendría en Estados Unidos, según un estudio realizado en 2001 por el Banco Interamericano de Desarrollo. Debido a la abundancia de recursos naturales y una gran población indígena, los países de América latina se desarrollaron con modelos que dependían de las materias primas, la mano de obra barata para explotarlas y baja recaudación tributaria.

El sistema concentró la tenencia de la tierra y la riqueza en pocas manos, privó a los gobiernos de dinero para gastar en educación y ofreció escasos incentivos para que la élite invirtiera en capital humano o tecnología.

La región también ha dependido históricamente de monopolios, dejando pocas oportunidades para que los emprendedores avancen gracias a su trabajo e innovación. El sueño americano nunca se transformó en el sueño latinoamericano.

Ese legado es una desventaja para la región hoy en día. Muchos en América latina no tienen acceso a una educación de alta calidad, préstamos bancarios y servicios de salud, y están mucho menos preparados que sus homólogos en Asia para dar el paso desde la mano de obra manual de bajo costo a un empleo basado en el trabajo intelectual y la toma de decisiones.

"Al dificultar la movilidad, usted reduce la competitividad general del país, poniéndolo en seria desventaja para competir en los mercados internacionales", dice Miguel Székely, un economista formado en Oxford y Subsecretario de Prospectiva, Planeación y Evaluación de México.

Otra consecuencia es la inestabilidad política. En sociedades polarizadas, los pobres a menudo llevan sus protestas a la calle. Algunos países como Bolivia han tenido presidencias rotativas en los últimos años, en las que un líder tras otro ha sido destituido por las manifestaciones callejeras.

Ascender la escalera económica en México a menudo significa trasladarse al norte de la frontera. En la escuela secundaria Isaac Ochoterena, en las afueras de Tehuacán, una clase de 25 niños gritó al unísono "¡Ni soñarlo!" cuando les preguntaron si querían tener el mismo empleo que sus padres, la mayoría de los cuales son albañiles u obreros. ¿Qué preferirían hacer? "Vivir en EE.UU.", responde un estudiante, seguido por un rápido asentimiento con la cabeza de todos los demás niños, excepto dos.

Con todo, México tiene algunas historias de éxito económico que destacar. Gracias en parte a los alimentos subvencionados y otras asistencias para quienes viven en la extrema pobreza, la proporción de gente que no tiene suficiente para comer ha descendido a alrededor del 20% hoy en día con relación al 62% en 1950, según un estudio realizado este año por Székely. Un programa del gobierno desarrollado en la década de los 90, llamado "Oportunidad", da subvenciones en efectivo a las familias pobres que mantienen a sus hijos en la escuela. Como consecuencia, las matrículas en la escuela primaria han ascendido.

Luego de frecuentes crisis en los 80 y los 90, México ha disfrutado de una estabilidad económica relativa en los últimos años, con una inflación más baja, más comercio con Estados Unidos y un crecimiento en los mercados de préstamos para automóviles e hipotecas. Eso ha hecho surgir esperanzas de que algún día México pueda desarrollar una clase media considerable.

De momento, el estilo de vida de la clase media parece un sueño distante para la mayoría en Tehuacán, una ciudad de un cuarto de millón de personas situada en un valle desértico. Tiene la suerte de contar con aguas subterráneas puras, lo que hizo surgir una industria de agua embotellada a principios del siglo XX. Los procesadores de pollo y cerdo también emplean tehuacaneros, al igual que las fábricas de jeans. Pero estas industrias han hecho poco por impulsar la economía y la movilidad social.

A lo anterior se suma un problema adicional. El rango social y económico del padre de alguien en América latina importa lo suficiente como para que el 80% de los latinoamericanos colocaran las "conexiones" como el elemento más importante para el éxito, según una encuesta realizada en 2000 por Latinobarómetro, una firma chilena de encuestas. Más de la mitad, el 55%, dijo que el trabajo duro no era suficiente para tener éxito. Por el contrario, un sondeo de 2003 realizado por el Pew Research Center for the People and the Press descubrió que sólo el 30% de los estadounidenses estaba de acuerdo con la frase "el trabajo duro ofrece poca garantía de lograr el éxito".

México no es una excepción. "En este país la educación está distribuida de una manera muy desigual y perpetúa un sistema desigual", dice Esteban Setien, director de Colegio México, el colegio privado más prestigioso de Tehuacán. "Acá, el hijo de papá hereda el puesto del padre en la compañía, y ellos lo saben". En México, los alumnos de familias situadas en el quintil más alto de ingresos tienen un promedio de ocho años más de escolarización que los estudiantes de familias ubicadas en el 20 por ciento inferior, según el Banco Mundial. La diferencia no ha cambiado significativamente en los últimos años, dice el banco. Sin embargo, gracias en parte al programa que paga a los padres por mantener a sus hijos en la escuela, los niños mexicanos reciben un promedio de 3,7 años más de escolarización que sus padres. Pero los antecedentes familiares aún juegan un papel importante a la hora de determinar cuánto tiempo permanecerán en la escuela.

El estudio de 2001 del Banco Interamericano de Desarrollo analizaba la manera en la que se correlaciona el nivel educativo de un niño con sus padres, comparando Estados Unidos y los países de América latina. En una escala del cero al uno, en la que uno significa la correlación máxima, Brasil se situó en el 0,7, México en el 0,5 y EE.UU. en el 0,35, lo que significa que EE.UU. tenía más movilidad educativa.

Por David Luhnow y John Lyons
The Wall Street Journal

Link corto: http://www.lanacion.com.ar/722356

domingo, marzo 27, 2005

Income Inequality and Colonialism: How much does history matter?

Este paper (en inglés) argumenta que uno de los mayores determinantes de la desigualdad de ingresos de los países, es la historia colonial de cada uno de ellos. El colonialismo creó una estructura muy desigual, y dicha estructura desigual de la distribución del ingreso terminó siendo persistente con el paso del tiempo. Este paper compara y clasifica las distintas colonias de acuerdo a ciertas caracteristicas.
Aunque la pregunta final de porque continúa en muchos casos dicha desigualdad es dejada abierta.

Bajar paper aqui http://www.udp.cl/economiayempresa/docs/DT_8_DEF-UDP.pdf

Me recuerda a otro paper que investiga la distribución del ingreso en Buenos Aires y Rio de Janeiro durante la epoca colonial hasta fines del siglo XIX. No recuerdo de quien es pero debo tener el paper en alguna carpeta del "C".

lunes, enero 24, 2005

La igualdad de oportunidades

La igualdad de oportunidades
Mario Teijeiro, 16 de Enero del 2005


Una justa distribución del ingreso es el objetivo preferido de los políticos, pero es un objetivo inalcanzable. La igualdad de oportunidades parece en cambio un objetivo más realista, con el que coincide una parte importante del pensamiento liberal. Pero aún este objetivo más modesto no está exento de dificultades. El fracaso de la educación estatal así lo atestigua. Frente a este fracaso, el Ministro Filmus declara que “la mejor política educativa es una mejora en la situación económica”. Mientras no reconozcamos las fallas propias del sistema y encaremos reformas de fondo apropiadas, la igualdad de oportunidades no será difícil de lograr, sino imposible.

La utopía distributiva

América Latina y nuestro país son un ejemplo de una distribución del ingreso cada vez más desigual. Frente a esta realidad, la política reclama su creciente participación para compensar “las injusticias del mercado”. Pero los intentos distribucionistas no son nuevos en Latinoamérica y se han sucedido desde la crisis de 1930. Salvo cortos periodos, siempre han fracasado. Sólo pueden sostenerse por un corto lapso, mientras dura un financiamiento externo irresponsable o lo que se demoran los capitales en recuperar su inversión y fugar a países más hospitalarios con la inversión privada. El peronismo alimentó la utopía de la justicia distributiva permanente sobre la base de la expropiación de la renta de la tierra que, a diferencia del capital industrial o financiero, no puede fugarse al exterior. Pero una vez que la caída de los precios internacionales eliminó la renta de la tierra como fuente significativa de la renta nacional, los márgenes de maniobra para una política distributiva sostenible prácticamente desaparecieron.

Los políticos en países periféricos como el nuestro tienen que reconocer una realidad inamovible: el mundo (como la naturaleza) es fundamentalmente “darwiniano”. Los capitales fluyen hacia los países que ofrecen mayor rentabilidad y seguridad jurídica. Por el contrario, escapan de países con leyes y dirigencias laborales que les complican la vida, con controles de precios e impuestos que no pueden eludir, con dirigencias arbitrarias y corruptas, con un sector público ineficiente que gasta en clientelas politicas en lugar de financiar una infraestructura rentable y una educación de calidad. La paradoja en este mundo globalizado es que cuanto más intentan los políticos defender los derechos de los pobres, más los perjudican, pues sólo consiguen que los capitales fuguen a otros destinos. Los intentos distributivos no sólo son inútiles sino que agravan el problema: la distribución del ingreso empeora pues los capitales y las personas que no emigran lo hacen a cambio de rentabilidades e ingresos personales cada vez mayores. Esto genera la (aparente) necesidad de un mayor papel distributivo de la política. Pero los renovados intentos distribucionistas sólo acelerarían la fuga de capitales y cerebros, iniciándose así un círculo vicioso del cual es muy difícil salir. Este es el punto en el que hoy nos encontramos (aunque enmascarado por la recuperación de corto plazo).

¿Cuál es la alternativa a la utopía distribucionista?. La alternativa factible es combinar una política que priorice el crecimiento con una política distributiva que se limite a mejorar la igualdad de oportunidades. El objetivo prioritario debe ser crecer lo más aceleradamente posible, seduciendo al capital para una estrategia de economía abierta y competitiva. Los intentos distributivos a través de los beneficios masivos de un Estado de Bienestar no sirven para redistribuir de ricos a pobres, son un obstáculo para la competitividad y el crecimiento y consecuentemente terminan empobreciendo a la mayoría. El objetivo distributivo debe acotarse y focalizarse en la igualdad de oportunidades, procurando que el crecimiento no excluya a los más pobres por falta de una educación adecuada.

La elusiva igualdad de oportunidades

Una educación de calidad que iguale oportunidades es un objetivo compartido aún por una parte importante del pensamiento liberal. Pero cabe reconocer que no es un objetivo fácil de alcanzar. Igualar oportunidades es un desafío muy difícil, particularmente cuando se trata de niños pertenecientes a sectores excluidos o marginales. Es un hecho universalmente demostrado que el contexto familiar es el principal determinante del rendimiento escolar. Una escuela que pretenda igualar oportunidades debería ejercer una tarea compensadora de las falencias del hogar, tanto académicas como motivacionales e incluso alimenticias. Pero es una tarea harto difícil, fundamentalmente cuando el niño está en la escuela sólo cuatro horas de la mitad del año y pertenece a familias desintegradas o que no poseen la pauta cultural del esfuerzo personal.

Pero a las dificultades naturales se le suman las falencias de las politicas educativas y de la gestión estatal de la educación. En un trabajo reciente Juan Llach denuncia la discriminación social producida porque “las escuelas a las que asisten los alumnos de menor nivel económico social son de peor calidad que aquellas a las que concurren sus pares de mayor nivel económico social”. En realidad la discriminación la hace el Estado, que es quien maneja el financiamiento de la educación. Pero, ¿cómo es posible que la educación estatal provoque tal discriminación, cuando su razón de ser es básicamente educar a todos por igual?. La razón es, en primer lugar, que al sistema político le interesa más gastar en clientelas politicas que en educar al soberano: esto explica por qué lo que se gasta por alumno en escuelas públicas sea relativamente bajo comparado internacionalmente y comparado con lo que se gasta en escuelas privadas. La segunda razón es la perversidad del sistema de coparticipación federal de impuestos, que le permite a las provincias recibir un cheque en blanco para gastar a su antojo: la consecuencia es que el gasto educativo por alumno es muy dispar entre provincias. La tercera razón es pura ineficiencia burocrática provincial, lo que explica que el gasto por alumno entre escuelas de una misma provincia sea dispar y también discrimine en contra de las escuelas más pobres. El fracaso de la educación estatal es la explicación central no sólo de la decadencia educativa general sino también de la discriminación en contra de las escuelas pobres.

Soluciones dispares para un mismo objetivo

“Sociólogos progresistas” y “economistas liberales” compartimos el mismo objetivo de igualar oportunidades. Pero existen enormes diferencias en las propuestas. De partida existe una diferencia en el diagnóstico. “La mejor política educativa es una mejora en la situación económica”, declara el Ministro de Educación Filmus , lo que revela el diagnóstico equivocado de la corporación educativa: los problemas de la educación no serían consecuencia de fallas del sistema, sino consecuencia de una situación económica que excluye y no permite “condiciones básicas de educabilidad”. La culpa está siempre fuera de la escuela y se complementa con la falta de apoyo de los padres hacia los maestros. Esta visión del problema explica las tibias y superficiales políticas que se ejecutan, que nunca pasan por reformas de fondo del sistema educativo. Su propuesta se limita a aumentar salarios y presupuestos y realizar cambios formales. Se trata de una mera defensa del statu quo corporativo, dominado por los intereses de las burocracias estatales y de los gremios que defienden los intereses de los maestros mediocres.

La visión liberal no niega la importancia del crecimiento económico sino cree que la causalidad es inversa: el mismo crecimiento y la reducción de la exclusión social dependen de una educación de calidad que tienda a igualar oportunidades. Pero la exclusión social no se arreglará ni con crecimiento ni con (utópicas) políticas distributivas. Si no tenemos ciudadanos capacitados y con una cultura de trabajo y responsabilidad personal, serán excluidos aún con crecimiento y sólo podrán aspirar a recibir las migajas asistencialistas de un sistema político clientelista.

La visión liberal tampoco niega la importancia de aumentar el gasto educativo, sino que lo condiciona a varios factores. La primera condición es que el aumento de gasto educativo no debe hacerse a costa de mayores impuestos que atentan contra el crecimiento, sino con bajas de gasto público clientelista y una mayor participación del gasto privado en educación, particularmente en el financiamiento del gasto universitario (que poco tiene que ver con la igualdad de oportunidades) e incluso a nivel del polimodal. La segunda condición es que, siendo el aumento de los salarios de los maestros un elemento esencial para mejorar la calidad educativa, no puede hacerse sin una eliminación de la estabilidad laboral del maestro, de tal manera que el sistema pueda aprovechar la capacidad de pagar más salarios para renovar y mejorar la calidad del plantel docente.

Otra diferencia crítica pasa por el rol que debe cumplir el Estado. El Estado (tanto Nacional como provincial) ha demostrado su ineficiencia para gestionar la educación pública. Mientras el enfoque progresista pretende fortalecer el rol de la gestión estatal, el enfoque liberal cree que el Estado debe limitarse a proveer el financiamiento y fijar las reglas de funcionamiento para “escuelas públicas de gestión privada” plenamente autónomas.

Existen también diferencias importantes en lo que se refiere a la forma de mejorar la actual desigualdad de oportunidades. El enfoque “progresista” enfatiza la responsabilidad distributiva del Estado. La propuesta de Llach es “asignar a las escuelas públicas los mismos recursos que tienen las escuelas privadas y a las escuelas pobres, aún más”. Esta es una propuesta voluntarista, ya que el Estado nunca tendrá capacidad financiera para gastar tanto como el sector privado de mayores recursos. La propuesta realista es que el Estado “levante el piso”, concentrando su (limitada) capacidad de gasto en el financiamiento de la preescolaridad y de los ciclos iniciales en los sectores de menores ingresos.

Otra diferencia esencial de la propuesta liberal es la noción que tiene que haber un equilibrio entre el esfuerzo estatal y el esfuerzo académico de los alumnos. La responsabilidad del estado es mejorar oportunidades, no garantizar resultados. Un sistema de exámenes nacionales que sean condicionantes de la promoción o graduación, es un incentivo insoslayable para crear un clima de exigencia necesario para educar en el esfuerzo y la responsabilidad personal. Los sistemas de becas deben premiar el logro académico, no el mero “presentismo”.

Se necesitan reformas de fondo

Si seguimos creyendo que “la mejora de la situación económica es la mejor política educativa”, no habrá solución. Independientemente de lo que pase con la economía, el Ministerio de Educación tiene que tomar conciencia que sin remover los vicios propios del sistema educativo, no será posible ni revertir la decadencia educativa general ni disminuir la desigualdad de oportunidades.

Hay que aumentar el gasto en educación, pero no aumentando impuestos sino reduciendo el gasto clientelista y aumentando el gasto privado voluntario en la educación universitaria y polimodal. El esfuerzo financiero canalizado por el Estado debe concentrarse en los ciclos básicos de los sectores de menores ingresos. Hay que mejorar la calidad del plantel docente aumentando los salarios, pero removiendo la estabilidad laboral. Hay que liberar la gestión escolar de las burocracias estatales, otorgando un financiamiento directo a “escuelas públicas de gestión privada” que funcionen autónomamente (incluso para remover personal y administrar salarios). Hay que crear un clima de exigencia escolar a través de un sistema de exámenes nacionales determinantes para la promoción y graduación. Estos son los pilares básicos de una política que debe incluir además mejoras drásticas en la formación docente y la recreación de escuelas técnicas que faciliten la salida laboral.

La igualdad de oportunidades es un objetivo difícil de lograr, pero es imposible si se lo intenta con un sistema educativo ineficiente dominado por los intereses de burócratas y gremialistas.

martes, septiembre 28, 2004

"El crecimiento es insuficiente para reducir la pobreza"

Esto es increible, en vez de precedir y aconsejar ex-ante, el Bco Mundial analiza ex-post lo ya sumamente obvio y conocido por todos.!!!!


Declaraciones del titular del Banco Mundial

"El crecimiento es insuficiente para reducir la pobreza"

François Bourguignon dijo que ésto ocurrió en la Argentina en la década del 90 porque no existió una política de distribución de los ingresos

La Argentina demostró en la década del 90 que el crecimiento "no es suficiente" para reducir la pobreza si no va a acompañada de "cambios en la distribución de los ingresos", admitió hoy el economista jefe del Banco Mundial (BM), François Bourguignon.

"El crecimiento es una condición necesaria para reducir la pobreza, pero no es suficiente. El caso de la Argentina en los años 90 lo ilustra muy bien", declaró Bourguignon, al presentar un informe que pide un mejor clima de inversiones para acelerar la progresión económica y "reducir la pobreza".

"Cuando decimos que, generalmente, el crecimiento genera parte de la reducción de la pobreza, es partiendo del principio que el crecimiento se produce de forma neutral en la distribución de los recursos económicos", explicó.

Por su parte, Michael Stein, de la Corporación Financiera Internacional (CFI), filial del BM para el sector privado, dijo hoy que el Banco Mundial no le prestó suficiente atención al escaso crecimiento de la productividad de los sectores industriales y de servicios durante la década de los 90 en la Argentina.

"Cuando uno se fija en la experiencia de crecimiento de la Argentina a lo largo de los 90, el gran tema es que durante todo el período de reformas, hubo muy poco crecimiento en el sector manufacturero y en los servicios," explicó Stein.

"La pregunta es ¿por qué?", se interrogó el economista. "Los obstáculos a la regulación en la economía argentina parecen ser un factor explicativo", agregó, en declaraciones a la prensa.

"Por supuesto, también estaban todos los problemas relacionados con el régimen de tipo de cambio que tenía" el país. "Pero, en el fondo, la Argentina es uno de los casos más claros en los que no se prestó suficientemente atención a los sectores manufactureros y de servicios, incluso por parte nuestra", declaró.

"Las privatizaciones sólo funcionan si hay un clima en el que otros pueden entrar y competir con las empresas privatizadas, de modo de que un monopolio público no se convierta en monopolio privado", subrayó.

LA NACION LINE

domingo, agosto 08, 2004

Inequality Around the World

Working Papers & Research del Banco Mundial sobre La Distribución del Ingreso en el Mundo

World Bank Inequality WebPage

domingo, agosto 01, 2004

Malnutrition makes the poor less productive. To beat poverty, hunger must first be defeated

Economist.com "Malnutrition makes the poor less productive. To beat poverty, hunger must first be defeated
WFP

PEOPLE in very poor countries are, on average, less intelligent than those in rich ones. Some readers may be shocked by this statement, so let's rephrase it. Some 800m people do not have enough to eat. Without proper nutrition, the human body cannot develop properly. That includes the brain. Those who are ill-fed tend to end up both physically shorter and less mentally agile than they otherwise would have been. Hunger also spurs millions of children to drop out of school in order to scavenge for food, and those who manage to attend school despite empty bellies find it excruciatingly hard to concentrate. Malnourishment is thus both a cause and a consequence of poverty (see article). The weak make unproductive manual labourers, and the global labour market is not exactly clamouring for dim or feeble workers. "...

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martes, julio 27, 2004

Desarrollo y equidad: España frente a América Latina en la segunda mitad del siglo XX

César Yáñez
Doctor en Historia y Profesor de Historia Económica en la Universitat de Barcelona Investigador en el IIG

Una senda histórica común
Desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, España compartió con América Latina una senda histórica común en lo que hace a su desarrollo económico. La interpretación neoinstitucional del atraso económico, sugiere que a América Latina se trasladó un conjunto de normas sociales y económicas originarias en las potencias colonizadores ibéricas que impidieron que los mecanismos de mercado se instalaran allí con la misma eficacia que en las colonias británicas.

España y Portugal, entonces, trasladaron a sus colonias americanas su acerbo cultural, su idioma, su religión y sus creencias, e instauraron un sistema colonial que reproducía el sello de fábrica de sus instituciones. En los términos que Landes plantea ese trasvase institucional, en el simulacro de sociedad ibérica implantada en América, faltaban las habilidades, la curiosidad, las iniciativas y los intereses cívicos que los colonos ingleses habían llevado a América del Norte:

"La propia España se había quedado rezagada a este respecto, debido a su homogeneidad cultural y a su docilidad, a su prosperidad y a su interés por las futilidades, defectos que exportó a ultramar. No podía ser de otro modo –escribe Landes-. Los españoles que llegaron al Nuevo Mundo no estaban allí para romper los moldes. Querían enriquecerse, sobornando a los encargados para obtener encomiendas y trabajo: unos pocos años en las colonias serían suficientes. El camino a la riqueza no pasaba por el trabajo, sino por la prevaricación y el (des) gobierno." (Landes, 1999: 290)

El régimen colonial español y portugués es el resultado de esas ambiciones personales desmedidas, dispuestas a conseguir en unos pocos años lo que en sus pueblos de origen no se conseguía sino al cabo de muchas generaciones. América era el botín, en forma de metales preciosos, tierras y trabajo indígena servil, donde no había objetivos de mediano y largo plazo, y donde las consecuencias de lo obrado –si estaba premiado con riqueza-, jamás pasaría cuentas. El marco institucional importado por América en el siglo XVI, llevado allí por un puñado de soldados licenciados de las campañas contra los árabes, dio lugar a un sistema de gobierno y a una manera de hacer riqueza en la que estuvo ausente casi del todo el imperio de ley. El adelantado y su hueste, en nombre del Rey actuaban en provecho propio y reunían en la misma persona la autoridad y el interés.

El "pecado original" del régimen colonial ibérico consistió en su incapacidad para hacer la distinción entre las reglas del juego y los jugadores, constituyéndose desde entonces un sistema institucional con fuertes constricciones para el funcionamiento de los mercados y la aplicación de la ley por encima de los intereses particulares.


La persistencia del atraso económico y la desigualdad social

Hasta mediados del siglo XX, España todavía compartía con los países de América Latina los rasgos de una economía y una sociedad atrasada. El nivel del producto interior bruto por habitante de España en 1950 estaba por debajo del de Argentina, Venezuela y Chile, y se comparaba con México, Perú o Brasil. En términos sociales, la tasa de analfabetismo de adultos de 1965, índice de Desarrollo Humano de 1960, como el índice de Gini de distribución de la renta también ponen de manifiesto ese parecido de España con América Latina...

...Desde 1974 en adelante, España ha conseguido crecer y mejorar la equidad de su economía, reduciendo su índice de Gini de 0,46 en 1974 a los 0,34 de mediados de la década de los noventa. Mientras que en América Latina la iniquidad no se ha conseguido reducir, y por el contrario se ha ampliado, incluso en periodo de crecimiento económico. España que en la década de 1960 tenía una distribución de la renta peor, más desigual, que Argentina, Costa Rica y Uruguay, consiguió en coto tiempo ponerse por debajo de todos ellos en la década de los años ochenta, resultado del incremento en la equidad social de su economía, mientras en América Latina ocurría el proceso inverso...

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martes, junio 29, 2004

Violencia, Secuestros, y Desigualdad

Andrés Oppenheimer comenta en este artículo en LA NACION LINEsobre las protestas de la clase media en Mexico y Argentina ante la ola de secuestros y violencia en todo Latin America.

...Según la Organización Mundial de la Salud, América latina es la zona más violenta del mundo. Tiene un promedio de 27,5 homicidios cada 100.000 habitantes, comparado con 22 en Africa, 15 en Europa del Este y 1 en los países desarrollados....

Leyendo ese párrafo me viene a la memoria otros informes de desigualdad de ingresos (Argentina, Mexico, y Brasil tienen una de las mas desiguales distribuciones en el mundo). A su vez, otro informe de Merril Lynch que leí hace poco, hace un estudio de mercado de los individuos con mas de 1millón de dolares de patrimonio líquido. Sorpresivamente los millonarios LatinAmericanos son los que más alta riqueza promedio tienen, además de que concentran un 14% de la riqueza mundial. (Cuando el PBI de la región es sustancialmente menor).

Estoy buscando algún informe que investigue la correlación entre desigualdad del ingreso (a diferencia de ingreso asoluto) y grado de violencia en la sociedad. Cuando lo encuentre hago otro post.

lunes, diciembre 29, 2003

La verdad sobre "The Spillover Effect". Paul Krugman

The famous "spillover" that "Washington Concensus' advocates" promised would happen in Argentina in the 90's ...doesn't even apply to the U.S. when the labor market is weak. !!! Higher productivity doesn't translate to higher salaries if unemployment is high.

Leer "Our so called boom" de Paul Krugman en el NY Times
http://www.nytimes.com/2003/12/30/opinion/30KRUG.html

miércoles, diciembre 10, 2003

Privatization and Income Distribution in Argentina

Privatization and Income Distribution in Argentina
Huberto M. Ennis (Research Department, Federal Reserve Bank of Richmond) and Santiago M. Pinto (Department of Economics, West Virginia University)


November 29, 2002
Abstract
We study the impact that the privatization process in Argentina had on income distribution and the welfare of the poor. We divide our study in three main areas: the consumption effect, the employment effect, and the fiscal effect. We use household survey data to try to identify those changes in the economic organization of Argentina that could be associated to the privatization process. We find that the main effects of the privatization process were on the consumption side of the economy. The paper also provides a collection of stylized facts that document the significant structural reform that the Argentinean economy underwent during
the 1990’s.

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jueves, octubre 16, 2003

Por el bienestar de la población argentina. Natalio Botana

LA NACION LINE Natalio Botana

El buen gobierno republicano depende de la calidad de la vida en sociedad. Una sociedad trastornada, herida en sus valores básicos, no puede generar un gobierno digno y un régimen justo. Una política envuelta en la madeja de la insuficiencia institucional y el clientelismo tampoco está en condiciones de superar esos obstáculos. Estos dos polos enmarcan una paradoja sugestiva. Como apunta Luis Alberto Romero en su excelente ensayo La crisis argentina , la democracia política ha sobrevivido en un país prisionero de la decadencia social y económica, muy diferente de la nación que tuvimos hace cuarenta años, tan vital y ascendente entonces como inepta para instaurar entre los ciudadanos la legitimidad del gobierno de la ley.
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Con esto queda dicho que, merced a una remisión a un pasado aún más lejano, hoy enfrentamos un reto análogo al que se les planteó, hace ciento cincuenta años, a los constituyentes de Santa Fe: cambiar la sociedad, modificar las raíces de la desigualdad a través de la acción política. ¿Hay reservas de virtud y capacidad en nuestros estamentos dirigentes para encarar semejante esfuerzo? Esta es la pregunta central que debería acaparar la atención, sobre todo cuando cunden estados de ánimo proclives al entusiasmo y el deseo de tapar con imaginerías de ocasión lo que realmente ocurre.
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Megalópolis siglo XXI
La cuestión urge porque, como señalan estudios recientes en materia de población, la Argentina tiene serias dificultades en el cuadrante que detecta los signos de envejecimiento demográfico (cada vez hay más ancianos y menos población activa) y en el sector donde se ubica una población adolescente inmersa en la ignorancia y el desempleo (según declaraciones de Susana Torrado, de los 3.188.304 habitantes que van desde los 15 a los 19 años, entre el 30 y el 40% no estudia ni trabaja). Más allá de los problemas inherentes a la endémica corrupción policial, una parte del panorama de la delincuencia está delimitada por esas cifras: la exclusión social alienta el delito; la corrupción lo reproduce, aumentando así el sentimiento generalizado de inseguridad.
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Si echamos una mirada sobre América latina, estos resultados no representan ninguna excepción. En la región han crecido velozmente unas megalópolis que albergan, entre decenas de millones de seres humanos, un brutal contraste de riqueza y de miseria. Las megalópolis darán su sello al siglo XXI. Esta será la primera centuria en el desenvolvimiento de la humanidad en la cual más de la mitad de la población del planeta será de origen urbano. En estos grandes conglomerados, algo así como un tercio de sus habitantes vive actualmente en villas miseria, un retrato ampliado, por su desproporcionado tamaño, de aquello que Tocqueville y Engels observaron en las ciudades europeas de mediados del ochocientos.
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Que quede en claro, pues, que no somos ninguna excepción en relación con nuestro contorno regional. Sin embargo, la sensación de fracaso, que a menudo sufrimos, proviene del hecho de que, en alguna etapa de su historia, la Argentina parecía dispuesta a romper con esa fatalidad de atraso y desigualdad. Luego de haber dilapidado tantas oportunidades, tenemos la impresión, a cada vuelta de esquina salpicada de mendigos, de pertenecer a una sociedad que ha abandonado el proyecto de la movilidad social. El propósito que inspiró el Preámbulo de la Constitución Nacional consistía en cambiar la población para ascender; la realidad que hoy nos hostiga parecería reducirse a conservar esta estructura social para congelar el ascenso. Hay como una lápida que se interpone entre aquellos que todavía pueden llegar a mejorar su vida y el mayor número que, irremediablemente, no podrá sumarse a esa promesa.
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Fácil sería decir, para quienes guardan nostalgias autoritarias, que éste es el legado de la democracia. En rigor, este cuadro de la cuestión social, herencia de muchas cosas, es el desafío mayor de la república democrática. No entenderlo así nos podría llevar a un inmovilismo agravado por la tentación del paternalismo estatal. El inmovilismo es producto de la incapacidad de la política para definir el largo plazo (lo que la Argentina supo hacer en ciertas circunstancias); el paternalismo deriva del concepto erróneo que apuesta exclusivamente a favor de una asistencia social desvinculada de la creación de fuentes genuinas de trabajo. Estos intercambios sociales pueden ser útiles para tener bien atadas las redes del clientelismo político, pero poco ayudan para que la Argentina pueda recrear una civilización del trabajo sustentada, como quería Sarmiento, en la educación masiva.
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Crecer y ser iguales
Por eso, la batalla por el crecimiento económico es tan necesaria como el combate contra las desigualdades. Así nos fue por haber pretendido separar estas dos estrategias. Crecimiento supone inversión y estado de derecho para dar seguridad jurídica a todos por igual. La argentina no puede darse el lujo de superponer, sobre la feroz disolución de los contratos que se precipitó hará pronto dos años, un régimen huraño frente al inversor nacional y extranjero. Si el Estado debe ser autónomo frente a los intereses corporativos, el gobierno no debe ser dependiente de una visión estrecha que, al cabo, impida el desarrollo de nuevos emprendimientos.

Rechazo y confianza
El esfuerzo por doblegar las desigualdades (o, por lo menos, para contener su propagación) no puede desde luego hacer caso omiso de la acción asistencial, pero al reconocer los gobernantes esa exigencia, se sitúan en una encrucijada donde habrán de probarse dos cosas: si el Estado -nacional, provincial y municipal- es capaz de desembarazarse de los intereses partidistas y cobrar autonomía frente a la ciudadanía; si el poder legislativo es también capaz de delinear una ciudadanía fiscal donde la carga del impuesto sea equitativa y proporcional. Este es el rumbo recto y no hay mayor inventiva en su formulación: ampliar la base de quienes pagan impuestos; instituir la confianza derivada del equilibrio fiscal; reformular las líneas maestras del federalismo fiscal; convertir, en fin, lo recaudado en bienes públicos tangibles y no en dádivas invisibles y en aumento irresponsable del gasto.
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Como podrá advertirse, las reflexiones en torno al estado de la población nos conducen, inevitablemente, a interrogarnos acerca del estado de la cosa pública. En este sentido, la población es, con sus voces y silencios, el testigo más hiriente del fracaso de la acción política o el que mejor acompaña una buena gestión. En una democracia que quiere unir su destino con la idea republicana del bien público, esta combinación de actitudes de rechazo y confianza es todavía más visible. Conviene no demorar mucho entonces en elegir y decidir porque, como dijo Jean Monnet, "Nuestra única opción está entre los cambios a los que nos veremos arrastrados y los que habremos sabido llevar a buen término por nuestra propia voluntad".


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